Anda cabizbaja siempre mirando al suelo, parece ir contando las cuadras que identifican sus pasos como caminos siempre eternos. Se acerca a la fuente e introduce sus manos en el agua dejando que estas se sumerjan en aquella, fría y helada. Tiene la sensación de fusionar su piel en aquel fluido, sentirse líquido a la vez que el dolor va estirando su piel hasta parecer cortada por cuchillo. Lava su cara, no le tiene miedo al frío y cuando el sol acaricia sus mejillas siente como estas se queman al efecto de la luz. Después maneja su pelo con las manos húmedas, adivina en ese espejo acuoso su peinado e intenta lanzar a esa imagen, que dice ser ella, una sonrisa de agrado. Hoy es domingo tiene que estar presentable.
Cuando termina el catecismo de costumbres, se sienta en un banco de la plaza, allí espera y observa como los niños juegan; le llega una pelota a los pies y tiene la intención de cogerla pero deja que el niño llegué hasta ella, sabe que es mejor. Este agacha la cabeza, no la mira y antes de recoger la pelota - le dice- perdone "Señora Salvaora". Ella esboza una cálida sonrisa mientras él corre al encuentro del resto.
El reloj de la Iglesia da las media, a la una empieza la misa. Le gusta ver como despacio la plaza bulle en colores de domingo, se llena de gente y algarabía complaciente. Desde su banco visiona recuerdos arremolinados de infancia y juventud, es cuando en ellos aparece Marcelo y se deja ir con tristeza. Poco a poco la plaza se vacía, los colores aparecen sosegados bajo el movimiento del viento que los mece y ella se levanta para iniciar su camino hacia la Iglesia, donde ya están todos. Siempre entra la última, escucha tras la columna, todavía creé cuando está lúcida, albergando esperanzas a la vez que una gran pena, es cuando sus lágrimas hacen surcos en su cuarteada piel y entre ellas le promete a su virgencita que no beberá más...
Diez minutos antes de que termine se presigna y sale, se sienta en la puerta, estira su raído chaleco verde, repeina su pelo con los dedos y esconde sus piernas bajo la falda... agacha la cabeza y estira su mano, siente vergüenza pero sucumbe ante el dantesco espectáculo del cuchicheo hipócrita, aquel que deja paso al tintineo forzado de una moneda que se entrega al Dios Baco pagano a las puertas de la Iglesia... Dentro el dolor de su dependencia y por último la reprimenda de Don Pepe, el cura...
-Salvaora, ¿otra vez?, el domingo pasado me prometiste...- Don Pepe sigue hablando, pero ella no lo escucha, solo espera que se aleje mientras saborea entre sus manos los cuartos para vino. En su mente ya todo es gris, nublado, sus promesas se desvanecen y la pena queda perdida..
Son las seis de la tarde, a sus pies llega una pelota, ya no se acercan; hace una hora que vocifera su vida a todo el que no quiere escucharla... Ella se levanta torpemente le da una patada a la pelota y cae al suelo en el impulso, los niños la miran y de momento un estruendo de risas y gritos, "Salvaora la borracha" y allí, allí queda durmiendo bajo los efluvios del olvido, del miedo a la soledad. Es cuando sueña con "su Marcelo" y como la quería, son horas de amor, de ilusiones que partieron diluidas en estampas manchadas de etílicos recuerdos de abandono... tan reales...
Matices
Mas efluvios etílicos En el Blog de Gus
Podríamos presentarle al hombre de mi relato...harían buenas migas, pobres!
ResponderEliminarUn abrazo!!!
Amores desdichados y corazones débiles, amiga. Y siguió su vida "etilizada", tratando de no sentir el amor pero sintiendo las humillaciones, medio anestesiada.
ResponderEliminarBesos a cientos.
la terrible soledad
ResponderEliminaresa es la enfermedad que arrastran, " lo otro" es sólo el síntoma. Pobres gentes que sucumben dejar de vivir para estar en un presente contínuo, sin futuro.
por otro lado: GRACIAS Matices, un besazo
la soledad... ese desamparo... el alcohol jamás los cura...al contrario parece un perfume de perdedores... un beso y hasta el año que viene...felices fiestas!
ResponderEliminarUna pena,o una vida perdida de esa manera. Ya no se debe acordar de como empezó todo; y no tiene fuerzas para acabar con todo aquello, y nadie está dispuesta a ayudarle.
ResponderEliminarTierna y triste historia
Un abraz
Cuántos hay en las calles como ella, esperando el momento de poder acallar sus dolores con alcohol o con drogas, y pasar la vida así,adormecidos y olvidados.
ResponderEliminarFuerte y conmovedor. Me ha dejado un sabor amargo.
Un beso
tanta tristeza y soledad en aquellos vasos de alcohol...
ResponderEliminarjoderse, niña...no...y no...demasiada tristeza para este día gris y con niebla que amenaza con levantarse y que o sé, ella también, que no se va a levantar...leches en vinagre...
ResponderEliminarpero..pero, sabes nieves, de la tristeza envuelta en palabras a veces sale una belleza, sí, es la belleza que me ha atrapado al leer este texto, bello en sí mismo...
medio beso.
Buenísima la historia, perfectamente narrada. Terrible y lamentablemente habitual. Poca redención cabe para Salvaora, me temo.
ResponderEliminarMuchos besos.
Y que más dá. Cada quien se suicida como quiere, cada cual elije su infierno,unos lo endulzan,otros lo afrontan,otros sucumben.
ResponderEliminarTu relato tiene un matiz totalmente realista y contemporáneo,el vicio más antiguo, el vicio más frecuente, el más escondido, el más vociferado,el vergonzoso...
El legalizado.
Un fuerte abrazo
Primero de todo, gracias por tus palabras, viste, lo que no quise que se viera, pero a veces se escapan mis pensamientos, gracias amiga.
ResponderEliminarTú relato es triste, pero tan real, como la vida misma, me encanta como con tan pocas palabras, describes tan bien todo un día y una vida.
Petonets
Me encantó esta historia...
ResponderEliminarUn beso enorme.
HD
Poco a poco nos vas dibujando la terrible historia de la vida de Salvaora, todos la hemos visto a la puerta de las iglesias y de los centros de reunión. Detras de cada una de ellas se esconde una tragica vida, nadie llega a ess situación por puro gusto.
ResponderEliminarTriste sociedad la que favorece esos finales.
Un beso
Que bonito Nieves, aunque es muy triste, porque logras que te embargue toda la tristeza que ella arrastra. Siempre he sentido mucha lástimas por las personas borrachas, a saber el motivo que les llevó a depender de una botella de vino.
ResponderEliminarBesitos preciosa.
Que cruda la historia de este jueves vecina.
ResponderEliminarAnimo y pálante.
Besos mimosos
Triste existencia para esta Salvaora, y para otros tantos solitarios corazones.Bellisimas palabras Matices para una realidad tan desgarradora.
ResponderEliminarUn abrazo.
Es un relato, pero es una realidad. Me gustaría conocer que le ha sucedido en la vida a Salvaora para que llegue a ese extremo. Te felicito, me has llegado muy hondo con tus bien relatadas palabras.
ResponderEliminarBesitos
Es un triste relato, tan triste como muchas realidades de adictos a cualquier sustancia que nuble la razón y la voluntad. Una de las lacras de nuestra sociedad tan antigua como la mas antigua profesión del mundo.
ResponderEliminarSaludos.
Buen post...!¡!
ResponderEliminarUun beso.
Crueldad sin límites la de aquellos que señalan, ríen, burlan, en el recinto sagrado muy poca caridad de aquella dicha cristiana.
ResponderEliminarMala compañera la soledad junto con los recuerdos, la botella es peor amiga.
Un relato de los tuyos, con el alma y la letra para ponerme triste, pensativa, y a la vez admirada. Besitos.
triste cuando la botella se convierte en la mejor amiga, el lugar donde intentar ahogar las penas que ni quieren ni se dejan así como así... leyéndote reconozco que nadie como tú para los "matices".
ResponderEliminarUn besote