Cada año el veintisiete de Enero, Julieta sale de su casa sobre en mano y mochila en la espalda; tiene diez años y algo muy importante que hacer.
En la oficina de correos la conocen, algo que empezó como una pequeña terapia para Julieta , se ha convertido en una rutina para ella. Saluda al entrar y se dirige hacia José. A él siempre se le encoge el corazón al verla entrar, con aquel sobre blanco en mano y esa hermosa sonrisa que llena esa cara pecosa y simpática...
-Buenas, Srta. Julieta, ¡¡como ha crecido!!- la minúscula naricilla asoma por el mostrador, dejando ver sus grandes ojos llenos de expectación ante tan especial momento.
-Pues... como todos los años, ¡¡enviar una carta!!-le dice entre tímida y pícara, le entrega la manoseada carta, a José le da la sensación de que lleva días esperando ansiosa entregarla, por la celeridad y el nerviosismo que se apodera de ella. Aquellas cartas escondían un secreto.
Hoy Julieta cumple diecisiete años y José ya está camino de su jubilación, como todos los años, ella aparecerá por la puerta para dejar su carta y él la esperará como siempre. Al final del día José recoge su mesa y en sus manos la carta de Julieta, pero en el destinatario observa un cambio, era él...
En aquella última carta decía.
Querida mamá:
Sigo mirando las nubes todas las mañanas, buscando en su dibujo tu cara, hay días que ya no recuerdo tu sonrisa, pero como tú me dijiste el cielo me la devolverá siempre. Creo que ya es hora de que me despida de ti. José se jubila, ya nadie llevará las cartas a su destino en las nubes donde decidí que estabas en mi niñez.
No te preocupes estaré bien, papá dice que soy una canija, pero te prometo que me como las verduras y la fruta, buenooo, a veces no. ¡¡Cachis!! se me olvida que desde tú nube lo ves todo. Me gusta un chico se llama Pablo, me tiemblan las piernas cuando me sonríe en los descansos, creo que a él también le gusto. A papá no le he dicho nada, me da vergüenza, aunque creo que se lo imagina.
Ya ves, José, conozco el secreto,¡ porque ya no soy una niña!. Supongo que aquellos acuses de recibo desde las puertas del cielo los depositabas tú en mi buzón. Creo que ya es hora de terminar con este juego, porque en el fondo los dos sabemos que mamá nunca las leerá, aunque en aquellos primeros años en que ella faltó, disfruté con esa pequeña ilusión, escribiendo a esa nube donde vivía y contándole todo lo que me iba pasando. Que bonito es soñar ¿a que si? , tú lo sabes bien que llevas años recogiendo mis cartas dirigidas más allá de las nubes. Gracias por haber sido mi cómplice, por llenar de ilusión mi infancia con tan pequeño detalle. Seguiré mirando a las nubes pensando en ella.
Un beso a ambos, soñaré con los pies en la tierra...
Un beso a ambos, soñaré con los pies en la tierra...
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