La loza cayó al suelo, justo cuando empezaron a retumbar los sordos gritos en el interior de Lola...El sueño se desvaneció tras el estruendo y, el baile del amor desde entonces fue el arrítmico temblor de sus piernas. Con el tiempo aprendió a ver que duelen más las heridas internas que las flores amoratadas que a veces adornan su cuerpo.
Ahora recuerda la parte necesaria de los años que no debe olvidar mientras acaricia el suave pelo de Daniel que duerme tranquilo.
El pequeño parecía siempre ausente de lo que acontecía en casa, hasta ese día que...
¡Papi, no!- le increpó. Aquella llamada de atención fue ahogada en un sonoro bofetón que lo tiró al suelo. Lola sabía que ese día quedaría grabado en la memoria de ambos para siempre.
Daniel enmudecido y asustado presenció aquella escena dantesca desde el rincón donde observaba como su madre solo acertaba a cubrirse con sus manos la cabeza para defenderse de la furia de su padre.
Una vez la tranquilidad llegó al infierno, se acercó dolorida y lo acunó como cuando era bebé hasta que el sueño se apoderó de él. Dejó entonces despegar de sus ojos esas lágrimas contenidas durante años en los que no quiso ver lo evidente. En su asumida desprotección había descuidado la inocencia de quien más amaba.
Lola entendió que había llegado la hora de recoger aquellos trozos de loza que quedaron esparcidos por el piso hace años, cuando decidió apostar a morir y quedó paralizada, había que restaurar algo necesario, la vida... Cogió el teléfono y marcó aquel número que memorizaba hacía tiempo en su mente.
Buenas noches, soy una mujer maltratada- posteriormente entre sollozos ahogó aquellas palabras necesarias en un reclamo e inició un nuevo viaje- ¡Por favor, ayúdennos!...
matices
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