jueves, 21 de marzo de 2013

Este jueves, relato: Jefe, hoy no voy a trabajar...


Su cuerpo destilaba aromas de miel y canela, los brillos del día despuntaban haciendo reflejos caprichosos en las paredes y el ruido amilanado de la rutina callejera se colaba en la habitación... Se tapó la cabeza con la almohada, se resistía a pensar que tendría que levantarse, renunciar a  aquella caricia en blanco que abrazaba su cuerpo, a ese lienzo que cubría su desnudez... a esas piernas que se enredaban en las suyas. Apenas se había acunado en los brazos de Morfeo en  esa noche que multiplicó las horas por instantes de pasión inesperada y no deseaba que el ritmo asonante de aquellas agujas siguiera el camino que la llevaría hacia la rutina.  El sonido atronador  del despertador la sacó por un momento del pensamiento.

Miró alrededor, allí estaban los signos de lo acontecido, el prólogo del deseo: las copas, los ceniceros llenos de colillas, la ropa desordenada.  Su atención volvió a la calidez de esas piernas que la atrapaban en un ejercicio de posesión asumida en aquella horizontalidad... Sintió entonces la suavidad de los besos en su cuello, la seda de su piel en el roce, el calor  entre las sabanas,  las caricias de sus manos, el erizar de su vello;  poco a poco fue quedando a su merced, y en su oído un susurro... 
-Jefa, hoy no voy a trabajar...  

matices


Todo parecido con la realidad es cosa de vuestra imaginación y de la mía  ¿por qué no?...
Yo si fui a trabajar Jefe Gus.

Más relatos sobre huidas de la rutina... En casa de Gus...

lunes, 18 de marzo de 2013

Sueños en tinta...


Observó sus manos,
se perdió en el ejercicio de la contemplación,
el color de su piel,
 en los surcos de donde nace la edad...

 Desplegó sus dedos
 de ellos brotaban lágrimas de tinta...,
se resistió
pretendiendo  que se secaran. 

Donde todo estaba baldío,
encontró de nuevo la simiente,
el renacer  hecho líquido
recostado en su imaginación.

En aquella oscuridad,
su piel perdió su identidad,
la respiración le faltó,
el deseo la consumió...

En el mapa de la creatividad sumergida
empezaron a brotar las palabras...
flotaban en el espacio
recreando la fantasía alada...

Se alió con la ingravidez,
sus manos se alzaron
dejando que esa tinta
se transformara en su sueño...

Volaba... de nuevo
hacia las letras perdidas,
hacia el mundo de los desencuentros
y los amantes rendidos...

Amó, se relegó, se dejó
no opuso resistencia
a recibir de su interior
las palabras que la abrazarían

Y en el firmamento dejó la huella sangrante...
de sus últimos sonetos,
escritos en lágrimas de tinta
encerrados en un ultimo aliento.

matices



viernes, 8 de marzo de 2013

Este jueves, relato: El viento




Había retomado aquel vicio olvidado, encendió un pitillo y una vez se sentó en la silla cruzó sus piernas mientras le daba una larga calada. Observó las paredes, se habían recubierto de un frío manto blanco, su desnudez dejaba a la vista la decrepitud del tiempo. Las marcas en  oscuro yacían como sombras imperturbables haciendo aparecer  las imágenes vacías de tiempos mejores, nada que ver con el color que lucieron tiempo atrás. Intentó reconocer cada recuerdo de aquel pasado.

Reparó en la  forma  recortada de aquel horrible marco  de pan de oro, le parecía hasta bonito dibujado en la pared, en él tras un cristal encerraron  las risas,  tiempos de  felicidad. 

El sol desplegó sus rayos y entró en la habitación dejando rastros de motas de polvo brillante en su paso, otro momento que revivir, aquel joven vecino que llenó de música el espacio y su adolescencia de besos robados. Por un momento se dejó llevar por la melodía del pasado tocada en  flugel, melódico, suave. Se sonrío y dirigió su mirada hacia la ventana donde las ramas de aquel  viejo árbol cómplice bailaban en armonía  al son del caprichoso viento... aquella trompeta de metal dorado seguía amenizando los recuerdos, su sonido lo llenaba todo.

Sintió que había llegado el momento, debía despedirse de la "casa del viento", así la llamaban. Allí dejaría parte de ella, de los recuerdos, al árbol danzante y su amigo el viento, titiritero invisible y revoltoso y ¿cómo no? al  trompetista y sus besos.   La ventana se abrió de golpe, llenando la estancia de una brusca y fría brisa marina que diluyó el rastro de humo dejado por su cigarrillo. 
Se abrazó a sí misma ante el escalofrío adivinándose acariciada, como si ese viento que a veces se mostraba duro e implacable quisiera darle un mensaje  haciéndola bailar de nuevo, esta vez como hoja caduca, al son caprichoso de la partitura lanzada al aire en perfecta armonía...

matices

Más vendavales en armonía en el   Blog de Juan Carlos ¿Y qué te cuento?