La abuela era puntual, todos los días al toque de las campanas de Santa Cruz que repiqueteaban llamando a misa, dejaba de regar las plantas del patio y se dirigía a la cómoda, cogía sus cosas y delante de su Virgen del Valle se presignaba. Aquel repiqueteo alertaba a María que bajaba las escaleras volando para acompañarla, eso sí, antes pasaba por la virgencilla y le hacía una pequeña reverencia. Ya en el Sanjuan de la casa, donde la esperaba, cogía su mano con fuerza; ella siempre se soltaba y de un salto cruzaba la calle empedrada para pedirle a Daniel, el farmacéutico, una cajita de Juanolas... De camino a la Iglesia iba aleccionándola por ser desobediente; María no escuchaba ya, tenía en sus manos la cajita de la discordia con la que haría rabiar a sus hermanos...
Uno de esos días de "misa de ocho", se sentó a su lado en el banco de la Iglesia, ella siempre llevaba su misal, la almohadita para las rodillas y el rosario. Aquel día María estaba menos inquieta de lo habitual, y más pendiente de la abuela. Cuando esta abrió el misal quiso colaborar en su lectura susurrada, cual fue su sorpresa cuando vio que lo leía del revés. ¿cómo podía leer así? -se preguntó-, la observó sorprendida, el entendimiento no le alumbró aquel día. Durante un tiempo aquello la tuvo en alerta, alguna vez cogió el misal a escondidas he intentó leerlo cómo lo hacía ella, ni que decir tiene que nunca lo consiguió.
La abuela siguió leyéndole el misal mientras pudo, se sentaba a los pies de la cama, lo abría y comenzaba a leer. Con los años se enteró que esa característica sobrenatural de la que dotó a la abuela distaba mucho de la realidad, todo era más sencillo, era analfabeta, no lo leía, había aprendido los salmos y lecturas de las misas con el paso de los años.
Más adelante, le diagnosticaron aquella enfermedad, Alzheimer. La campanas sonaban y nadie acudía, no hubo más "misas de ocho" y aquel libro y su rosario quedaron encima de la cómoda; con ello también se terminaron las lecturas, al menos las suyas... María alguna noche a los pies de la cama de la abuela le leyó su misal, posiblemente el único libro que tuvo en su vida y el más importante...
Siempre que abro un nuevo libro hay una persona que viene a mi mente, mi abuela... y hoy le he cedido el espacio para hablar de "su libro"...
Matices
Más adelante, le diagnosticaron aquella enfermedad, Alzheimer. La campanas sonaban y nadie acudía, no hubo más "misas de ocho" y aquel libro y su rosario quedaron encima de la cómoda; con ello también se terminaron las lecturas, al menos las suyas... María alguna noche a los pies de la cama de la abuela le leyó su misal, posiblemente el único libro que tuvo en su vida y el más importante...
Siempre que abro un nuevo libro hay una persona que viene a mi mente, mi abuela... y hoy le he cedido el espacio para hablar de "su libro"...
Matices
En buena hora que te sumaste. Preciosa historia, y más precioso aún el sentimiento y las letras escogidas!
ResponderEliminarEmocionante relato de una vivencia.
ResponderEliminarDicen que los niños musulmanes, analfabetos, aprenden de memoria las suras del Coran y las recitan de corrido. La voluntad lo puede todo, un libro, el que sea, querido y amado, puede entrar en el cerebro, cuajar y vivificar.
La enfermedad no perdona, pero mientras pudo, "vivió" ese libro.
Ya me tardabas, dulce Matices, pero merece la pena esperar para leerte.
Besito.
Las abuelas se saben todo de memoria, han vivido mucho y además tienen ese toque entrañable que tan bien expresas en tus letras.
ResponderEliminarUN BESICO.
Nieves, me has conmovido hasta las lágrimas. Muy emotiva manera de recordar a tu abuela, quien pese a no haber podido aprender a leer,de alguna manera no intencional influyó en vos al punto de pensar en ella cuando estás por abrir un nuevo libro. ¡Qué hermosa manera de mantener vivo su recuerdo!
ResponderEliminarTe dejo un abrazo...ahhhh me olvidaba, te comento una curiosidad por aquí, aquellos ingresos de casas antiguas aún se los llama zaguanes, sin duda como deformación de esos Sanjuanes que nombrás en tu texto.
=)
Y te ha quedado conmovedor Nieves. Dejarle el sitio a tu abuela y a su misal es un precioso homenaje para hablar de los libros que te han marcado. Porque también este libro te ha dejado una huella profunda, la misma que esta vivencia entrañable.
ResponderEliminarUn abrazo
Es muy bonita la historia y muy bonito tu gesto para con tu abuela.
ResponderEliminarBss.
tu abuela se integraba en el grupo no ya recitando los salmos que acompañan la misa, si no portando la Escritura Sagrada, siendo uno más entre todos. Ese libro para los creyentes no sólo es la Palabra. Cuando se jura sobre él te comprometes, mucho más allá del honor y la propia conciencia. Tu abuela, lo sabía
ResponderEliminarme ha provocado esta historia una honda ternura, llena de "matices". qué mágica esa abuela!
ResponderEliminarun beso
Una historia tierna que sería el retrato de muchas de nuestras abuelas y un homenaje a ellas que dice mucho de ti.
ResponderEliminarLo más que me gusta de tu relato es que nos desvelas que tu libro favorito quizás no trate de una extraordinaria historia de un autor renombrado, sino de un simple "misal" como el de tu abuela, que lo apreció por el sentimiento que le provocaba aún cuando no sabía leer.
ResponderEliminarUn abrazo
Conmovente relato, Matices. Tu honorífico recuerdo ha sido extraordinario.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Precioso relato, homenaje a tu abuela, esa de la que siempre te acuerdas al abrir un nuevo libro. No sabía leer, pero es evidente que sí que sabía escuchar, que sabía querer con intensidad aquellas cosas que eran importantes para ella, como sus salmos, sus oraciones y su nieta.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo, Nieves.
Me ha dado una total ternura.
ResponderEliminarEntre tus matices dejas ver esa imagen que lo lee todo.
Un abrazo.
pero qué hermosa entrada!!!!! me has dejado un sonrisa congada de lado, de lo curioso que puede sonar una historia como esta, que no se desvía de la realidad ni aunque quisiera, y es lógico todo lo que en ella nos cuentas, había imaginado que la abuela ya no lo leía porque estaba casi ciega y se lo había aprendido de memoria, cosa que le pasaba ala mía y que también de vez en cuando cogía los libros al revés y dictaba lo memorizado, pero nunca meimaginé que podría haber sido analfabeta, muy interesante y muy bonita tu historia, gracias por escribirla, me has hecho recordar también a mi abuela, aunque ella ya no vive con nosostros porque está muerta, la recuerdo de vez en cuando, la verdad es que nunca le tuve cariño, pero muchas cosas me siguen recordando a ella, por ejemplo los gatos, criaba una docena en su casa y un gallo que cantaba tan ronco que nadie le escuchaba sólo ella.... besos
ResponderEliminarTierna historia, como son las de esas personas que no tuvieron oportunidad de alfabetizarse. Recuerdo cuando mi hija mayor empezó a leer, que también lo hacía una amiga, de cerca de 50 años. Y como las dos afrontaban un texto y silabeaban, una vez una, otra vez otra.
ResponderEliminarBesos, amiga.
Una buena dedicatoria, yo no conocí a ningún abuelo, y abuela nada más que una y no tuve ninguna vinculación con ella porque falleció siendo yo muy pequeña. Es una figura que añoro. Sobre todo, quisiera haber conocido a mi abuelo paterno, todo un ilustre librepensador.
ResponderEliminarUn beso y un cafelito, compi!
Que bonito recuerdo Matices, que bueno tener recuerdos así, las abuelas son una pieza más que importante en el crecimiento de los niños en la familia, yo no conocí a ninguna de las dos, siempre envidie ese coger de la mano, me ha gustado compartir hoy contigo esos momentos y descubrir como leia sin saber.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ahhh !!!
ResponderEliminarque historia me has dejado no se como decir con el corazón encogido y una sensación muy extraña, la verdad no, no se como explicar pero debo decir que me ha encantado
Conmovedor y emotivo relato.
ResponderEliminarUna historia maravillosa, triste y tierna a la vez. Ese vínculo que se forma con los abuelos es único y queda marcado para siempre en nuestro corazón.
Un abrazo enorme.
Me ha conmovido tu relato, así se simple. También me has traído a la memoria a mi abuela y cómo me leía aquellos libritos cuando las noches eran oscuras y no me atrevía a mirar bajo la cama.
ResponderEliminarUn beso
Me has trasmitido tanto, Nieves!!!
ResponderEliminarHace bien poquito leí EL LECTOR, donde uno de los personajes prefiere una pena de prisión mayor a reconocer que es analfabeta. Es que no sabemos lo que debe significar ese tremendo impedimento...
De todos modos, tu abuela bien que se apañó y "vivió" con devoción su lectura...
Un fuerte abrazo, "arma mía".
Un gran momento y un buen espacio para traer la hacia nosotros y darnosla a conocer. Muy bueno el relato. Hoy uno de los preferidos del jueves! Un saludo.
ResponderEliminarQue hermosura Nieves, me has emocionado, aparte es un precioso homenaje a tu abuela. La semana pasada no leí a nadie, y ahora me sorprende que tu entrada sea de la semana pasada, espero que estés bien. Te dejaré un mensajito. Yo empecé a leer hoy, a ratos intento volver a la normalidad. Besitos.
ResponderEliminar¿ porque será que casi todas la abuelas son inolvidables? besos.
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