Como todos los días Alicia llegaba a casa por la tarde, si era invierno la noche y su oscuridad la recibian y si por lo contrario era primavera le gustaba correr las cortinas para que se inundaran con un haz de luz las habitaciones. Abría las ventanas para invitar al aire a visitar su casa... las sabanas arremolinadas desde la mañana, todo estaba tal como lo dejó al amanecer. Para ella nada había cambiado, su amplia jornada continuaba...
Rafael había engrosado la lista de parados hacía tres meses, los primeros días no se hallaba, colaboraba poco, aunque desde esa distancia si había observado a Alicia tal vez, porqué no admitirlo, con cierto resquemor y desde la distancia que da la soberbia. Por las mañanas no deseaba levantarse de la cama, una vez lo hacía, desayunaba y se sentaba delante del televisor mimetizado por anuncios, desastres y penurias, no se acercaba ni de lejos a pensar que hubiera quien estuviera peor que él. Se refugió en casa como si eso le protegiera de la humillación propia que sufría ante su estado, ella nunca le decía nada, su silencio era incluso peor. Una noche mientras intentaban dialogar ella terminó la conversación con unas palabras que a él le resultaron hirientes en medio de aspavientos irreconocibles, le dijo, "Rafael y su mundo", no entendía porque tanta discusión él tenía un problema y ella seguía manteniendo su trabajo, su status, sus rutinas, aquello le dolío tanto...
Durante días el silencio se hizo entre ellos, él esperaba que ella sucumbiera al mundo de él, solo había cambiado una cosa en su diario, no trabajaba... Se dedicó a ir observando poco a poco el día a día de ambos, descubrió la sonrisa perdida de ella, las horas de cansancio reflejadas en su cara... Llegaba siempre a las seis, niños, mochilas, gritos, desencuentros, ante tanto caos siempre se dirigía a su dormitorio, se cambiaba de ropa y como pequeña licencia durante unos minutos se sentaba en el filo de la cama, y agachaba la cabeza mirando al suelo. Intentó cazar sus pensamientos, sus miradas y entendió que los acontecimientos se dejaban caer en ellos como plomo que arrastrar, por un momento sus zapatos le apretaban, ya ni la holgura del tiempo de uso daba respiro -entendió el mensaje- ... él se acercó y acarició sus piernas hinchadas y con un gesto simple descalzó sus pies, sus zapatos quedaron a su ser, tirados en el suelo, recordó entonces aquellos tiempos pasados donde todo tenía otro sentido, otro orden, donde el peso del trabajo se hacía liviano.
De fondo, como reclamo insistente, se escuchaba la algarabía de los niños al final del pasillo, ella forzó el gesto posó sus pies en el suelo escapándosele un profundo ¡¡Ayyy!!...decidió ante los gritos de los pequeños ir a poner paz. Rafael, no la dejó avanzar, ella lo miró sorprendida, y él le dijo- He entendido que el mundo de Rafael no es nada sin el de Alicia, deja, yo me encargo...
Bien, al final llegó el respeto. Mira, ahora que lo pienso, tal vez sea una forma de ponerse en los zapatos del otro, ese respeto por quienes lo merecen. Digo yo...
ResponderEliminarUn besito, compi!
Un mal trago que hoy pasa muchísima gente, calcado el caso, ella trabaja, él no, o al revés o ninguno de los dos.
ResponderEliminarCostará adaptarse a ambos, el mundo de él se vino abajo y ella, tira palante, agotada. Tendemos a encerrarnos en nosotros mismo, cosa insana, y no vemos al otro u otra apechugando.
Sin embargo, hubo un meterse en la piel del y la otra, existe y creo en esa reacción o estamos perdidos.
Le diste un toque muy frecuente y lo terminaste con esperanza y empatía, bravo y besito.
Has retratado a la perfección algo que se ha generalizado en los tiempos que vivimos. Una cruda realidad que, a duras penas, puede mitigar algo el AMOR. Ese que, aletargado, dormía en el corazón de Rafael.
ResponderEliminarExcelente relato, Matices.
Un abrazo.
Lupe
Hola Matices,
ResponderEliminarde nuevo por aquí... hacía tiempo.
Has dado en la actualidad con tu relato. Difícil quitarse importancia a uno mismo en semejante situación, difícil reorganizar dinámicas que están establecidas en la pareja. La verdad, llamame pesimista, pero esperaba una ruptura al final. Me gustó la escena de ese humilde masaje de pies.
Un abrazo
Amiga Matices, ohhhh esta situación (de porquería) se repite en cualquier lugar del mundo según veo. Y es una situación difícil de cargar sobre la espalda esa especie de depresión que le da al que ha perdido su empleo (sobre todo si se trata de un hombre, la mujer tiene otro enfoque).
ResponderEliminarTiene algún punto lejano de contacto con mi jueves (que pretende ser jocoso, este es el reverso dramático)
Por suerte Rafael ha captado la idea de que debe moverse, y de que ella es la que está soportando el peso de la cuestión. Por suerte hay muchísimos Rafaeles que siguen adelante y dan pelea.
Su texto me dejó pensando, también un poco triste, pero por suerte hay una luz de esperanza en el final.
Me gustó mucho
un abrazo de oso sureño
Traes hoy, Matices, un relato muy puesto a punto, donde las circunstancias se asemejan a la realidad. Una realidad difícil en la que uno se siente a veces, fuera de lugar. Por suerte, en el caso de Rafael, supo acomodarse al suyo -un nuevo lugar, desde una visión renovada de la vida que les tocaba vivir y los roles, que de aquí en más debían combinarse, para seguir compartiendo un único mundo: el que los mantendría unidos.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho, esta "puesta en sus zapatos".
Beso al vuelo:
Gaby*
A veces un hecho como éste, tan cruel, hace cambiar la perspectiva del mundo, y en este caso, le costó; pero comprendió por fin a la mujer, vaya si la comprendió.
ResponderEliminarUn abrazo
parecería que a tiempo ambos se han reencontrado pese a lo ingrato del momento que atraviesan. Toda cuesta se hace más aliviada si se transita en buena compañía, y la comprensión es la clave para sostener los distintos ritmos con los que se pueda avanzar.
ResponderEliminarUn abrazo
Nuestro amigo Rafael parece que al final ha comprendido que una pareja está compuesta por dos que deben caminar a la par en derechos y en obligaciones. Que no vale escudarse en la desgracia propia para ni siquiera intentar aliviar la excesiva carga de los demás, en este caso su propia compañera.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Eso ademas de empalizar es compartir, ahí reside el valor de la pareja y lo supo descubrir a tiempo.
ResponderEliminarMe gustó. Besos
El amor y la comprensión es lo que hace que cada día sigamos adelante y más cuando llevamos el viento en contra.
ResponderEliminarUn beso
La respuesta siempre había estado ahí, en la esquina de la cama con la mirada perdida.
ResponderEliminarSólo que esa tarde las miradas confluyeron en una misma horma, la del reconocimiento y al Amor.
A veces los zapatos dan de sí, lo que no podemos ni imaginar.
Emocionante, Nieves.
Besos
Muy actual, habrá muchas parejas en esta situación. Hará falta mucho amor para superarlo.
ResponderEliminarTu le has dado un final feliz.
Un beso.
Me ha recordado el refran ese de..."cuando el dinero se va por la puerta, el amor huye por la ventana"
ResponderEliminarPero da gusto comprobar conforme se lee el relato que una situacion extrema puede cambiar el cuento para ser DOS caminando en la misma direccion.
Un besazo
Miró, vio y entendió. Situación muy real, muy del dia a dia, hay que detenerse y valorar lo importante. Un ritmo pausado y envolvente Matices el de este texto tuyo, he ido dejandome llevar. Es bueno un final feliz, deja buen sabor de boca.
ResponderEliminarBesos.
Realmente el relato no es un "cambio de zapatos", solo es algo cotidiano. Estar en los zapatos de otro es ver con otros ojos, otra perspectiva ante un mismo o distinto hecho, experimentar en uno las vivencias, sentimientos de otro. Niña, lo siento, aquí no hay realmente nada de ello aunque al final hayas intentado darle el pequeño giro. Falta precisamente él, la persona que se pone los zapatos.
ResponderEliminarInteresante semana de jueves. Había leído el de Carmen y veía esa lucha que se entabla entre las personas tratando de llevar al otro a tu lugar y aquí veo como uno por fin cede y, en lugar de esperar que la otra se ponga en su lugar, se pone en el de ella.
ResponderEliminarMe gustó, Matices. Besos.
Por desgracia en muchas casas se viven situaciones parecidas a las que tú describes muy bien. Por fortuna Rafaelparece que despertó, colaborando en la casa se sentirá útil y los dos serán más felices, seguro que todo mejorará. Sí, yo prefiero pensar que será así. Ando perdida, pero no olvido a nadie. Besitos.
ResponderEliminarUna situación que se torna difícil, y que cada uno vive a su manera, algunos decaen, otros siguen adelante, es lógico el malestar y la rabia. Menos mal que a la larga se pudo poner en los zapatos de su mujer, y comprender.
ResponderEliminarMe gustó mucho Nieves!!!
Un besito.
Un personaje que se descubre romántico luego de tantos años en silencio, que se descubre capaz de observar y participar dentro de esa relación... cuanto hace falta hacer todos los días para sostener eso! muy buen relato para reflexionar! un beso!
ResponderEliminarLa mirada del respeto y del amor es lo único que los pone en sintonia uno con otro para comprender la situación dificil de ambos, es solo un momento el que lleva, pleno y renovador.
ResponderEliminarTe dejo un beso grande, emocionada Nieves
Querida niña, con esta bonita historia nos das lo que debiera ser en sí el tríptico de la pareja, amor respeto y empatía y no necesariamente por ese orden,pero sin ello no hay nada que hacer.¡¡Como me gusta leerte!!
ResponderEliminarUn beso preciosa.
me agradó tu historia, con un curioso sabor a melancolía, por las cosas simples de un mundo de pareja, donde cada quien tiene un trabajo definido olvidando por un instante que el trabajo es compartido, no sólo el trabajo remunerado y el pagar las cuentas, también el aseo de la casa, hacer la cena, cuidar y educar a los niños, la mayoría de hombres pierden el interés por estar presentes en el rincón de la casa donde más se le extraña, con un modo machista de ver las cosas dela casa como algo feministas y que sólo la mujer tiene el deber de poner las cosas en su sitio, aquí lo habeis plasmado, él lo había olvidado, y ella de algún modo intentaba recordarselo pero sin empujarlo, sin forzarlo, como toda buena mujer, esperando que el hombre de ese primer paso que muchas veces nunca sucede, caminando los dos por el sendero del divorcio y que muchas veces le malogra la vida a sus hijos haciendolos pensar diferente...
ResponderEliminarEse mundo de Rafael parce que finalmente cambió, esa rutina forzada estaba aislándolo y descendiendo cada vez más. Esa idea antigua de; el que trae el dinero a la casa es exclusividad del hombre caducó, las crisis provocan muchos cambios. Aunque estaríamos mejor sin ellas, por suerte se aprende en las peores situaciones.
ResponderEliminarQuerida Nieves, paso a avisarte que el Sr. Flin te ha otorgado un premio, cuya rueda -por supuesto- no estás en obligación de continuar.
ResponderEliminarUn abrazo!
Dicen que lo malo para algo es bueno y eso es precisamente lo que le pasó a Rafael. El hecho de quedarse sin trabajo le sirvió para darse cuenta de todo lo bueno que tenía a su alrededor, en concreto, de la extraordinaria mujer que tenía junto a él. Supo observarla atentamente y captar sus sentimientos y necesidades, ponerse en sus zapatos. Una bonita historia con final feliz. Ahora solo falta que Rafael encuentre trabajo, eso ya sería la pera limonera ¿no crees? Un beso.
ResponderEliminarEso es ponerse en los zapatos del otro sin necesidad de grandes gestos, solo observar, deducir y pasar a la acción. Una receta infalible.
ResponderEliminarUn beso
Las crisis a veces, si saben adaptarse,suelen tener efectos positivos. Se descubren cosas y se toleran otras,.
ResponderEliminarEs un relato muy real y bien descrito.
Un abrazo amiga.