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La llaman "La Pepa", su rutina es vender pipas en la puerta de una gran superficie de esas que en época de rebajas preguntan al espejito. Seguramente ese mismo en el que ella ya no se mira, pues hace años que el reflejo de los surcos que en su piel habitan no son de su interés Su cara se dibuja en mis recuerdos de adolescencia, ya la veía mayor, era "la viejita del cesto"... desconozco los matices de su vida, aunque seguramente conoció la guerra, el hambre de la posguerra, los cambios y en la distancia los avances que le dan la espalda pero que observa desde su pequeño conocimiento.
Acercar su imagen a vuestros ojos es lo que me gustaría hacer... hablaros de la pequeña anciana que le hace competencia al demoledor centro comercial. Soporta las inclemencias del tiempo y la vida abrigándose con su chaqueta de paño raído y una toquillla negra tejida de marcado punto sencillo. ¿Qué cómo es ella? Su pelo es cano, corto y algo ondulado y su gesto siempre agachado habla de su edad. De menuda estatura, empuja su carro dejando ver tras él su espalda corvada y cada día inicia camino de ida y vuelta en su jornada laboral, acompañada del ritmo de sus pequeños pasos y el peso de su mercancía, al que suma minutos con el paso de los años alargando así el corto trayecto... Su puesto de trabajo lo conforman una caja de cartón como mesa y de mostrador un pequeño cesto de mimbre donde reparte sus chucherías(1) ordenadamente. Su descanso llega de la mano de un viejo y descosido banquillo de playa donde espera el pasar de las horas y alguien que le compre cincuenta céntimos o un eurillo de capricho...
Y todo esto me lleva a Emilia la vendedora de coquinas(2) en Punta Umbría que da lecciones de sabiduría con sus ochenta y tantos años...
-No pesa el trabajo, me distraen las horas aquí y la charla- me decía este verano pasado, y añadía- pesan los años... y mientras haya vida tengo que seguir...siempre y cuando, ese invento llamado "veda" no me lo impida, y me obligue a buscar otro oficio a mis años.
Y mi mirada se ha dirigido a esos mayores, anónimos y presentes en todas las ciudades, vendedores ambulantes y ladrones de cariños del día a día, trabajadores incansables que asumen la vida como les viene, no hay jubilación ni conocimiento del término, no existen ayudas que los amparen. A sus edades tan solo cuentan con su fortaleza y un poquito de apego a vivir.
(1) Chucherías: Golosinas
(2) Coquinas: Molusco marino comestible de pequeño tamaño
Matices
(2) Coquinas: Molusco marino comestible de pequeño tamaño
Matices
Más miradas hacia nuestros mayores en el Blog de Gus
Hola, Matices.
ResponderEliminarAsí es, hay muchos de esos ancianos por nuestras ciudades que viven tan solo acompañados por su inmensa soledad. Tenemos muy mal montada la sociedad actual y lo que es peor, somos incapaces de cambiarla.
Un fuerte abrazo.
Lupe
Con tus palabras me has traído a la memoria a una viejecita que tenía un puesto de palomitas en unos jardines muy céntricos de mi ciudad, Córdoba,y que la asesinaron unos gamberros por quitarle los eurillos que había sacado de sus nimias ventas.
ResponderEliminarme he metido de lleno en tu relato y me ha hecho volver a esas viejitas que me vendían pipas con su canasto, en mis tiempos mozos.
Esas presencias, sombras curvadas, arrastrando la vida y los años, están a la vuelta de la esquina, debemos percatarnos de su humanidad, con todos sus matices.
ResponderEliminarPonme 200 gr. de coquinas y un cucurucho de pipas, compi del alma, sensible y atenta siempre.
Besito cariñoso.
Me has traído al recuerdo los carrillos de chucherías que había en mi ciudad en muchas esquinas, siempre regentados por personas mayores que quizá en otra época tuvieron otro trabajo y que para su vejez se tienen que sostener con los pocos dineros que da este negocio. Camino del colegio todas parábamos para comprar algunas barritas de regaliz, un chicle, unos caramelos de nata, lo que nos daba por unas pesetas.
ResponderEliminarMe ha encantado tu recuerdo y gracias por evocar los míos.
Un beso.
Lo cierto es vamos camino, si es que no lo estamos ya, de arrinconar a los mayores en una especie de gueto invisible. Quizá sea por el culto "al siempre joven" y al hedonismo sin matices. Es triste, pero algo de eso percibo.
ResponderEliminarUn beso
Que interesante es tu relato Matices. Cuanta averdad dices de estos seres desvalidos y abandonados a su suerte. Me dan tanta pena, que si tuviera una varita màgica los sacaria a todos de sus esquinas y les facilitaria la visa dándoles aquello que hubieran
ResponderEliminarqueriod tener, que seguro que con poco se conformaban. Un post bonito y real.
Un abrazo.
con que ternura has dibujado de palabra a nuestros mayores...
ResponderEliminarPD.- en cuando encuentre piel suficiente la reparto por donde no la puse ;-)
Yo, que paseo por tus mismas calles he visto tambien las luces apagadas en los ojos de todas esas ancianas, ambulantes de todo, carentes de todo y lo que es peor... invisibles para muchos.
ResponderEliminarUn beso
Me ha encantado tu homenaje de hoy a los mayores, y más en concreto a esos mayores anónimos y trabajadores de los que hablas y que todos conocemos alguno. Me ha enternecido la vendedora de chucherías, si la viera, seguro que le compraba algo, porque encima... ¡me ecantan las chuches! jeje. Un beso.
ResponderEliminarUn precioso relato con frases estupendas. Por ejemplo: "hace años que el reflejo de los surcos que en su piel habitan no son de su interés"
ResponderEliminarAdemás me has recordado una viejecita, entre patética y tierna; que los sábados recorría las entradas de los cines de la calle Fuencarral vendiendo "chistes de amor".
No me enrollo mas. Besos.
Esos pobres ancianos que solos se quedan, sin nadie que se preocupe por ellos, esperando en cualquier rincón que les llegue la parca en cualquier momento.
ResponderEliminarBuena reflexión
Un abrazo
Un merecido homenaje al esfuerzo diario de muchos de nuestros ancianos, que solo han sabido trabajar en sus honrradas vidas, y que no les queda siquiera el derecho al descanso en sus últimos años de ancianidad.
ResponderEliminarBesos guapa.
A todos nos has traído a la memoria a esas personas ya viejecitas, pero siempre aguantando el tipo, haga frío o calor. La primera que me vino era una señora que cuando yo era pequeña vendía pescado, el cual traía en una cesta, era muy mayor, me encantaba escucharla pregonar su mercancía, a mí me tomó mucho cariño, y aunque mi familia no le comprase ese día, ella me regalaba unos pescaditos pequeñitos, aquí llamados longorones, (sardinas minis) y que sabía que me volvían loca, siguió vendiendo pescado hasta que apenas podía caminar, estaba enferma, y yo ya grande, me daba una pena enorme verla. Recuerdo muchos más, por desgracia, nuestro país no cuida a sus mayores. Besitos.
ResponderEliminarTu texto me dolió. Trabajar para sobrevivir en los últimos años, con ese apego a la vida (como concluyes). Triste, también están esas magras jubilaciones de la que dependen aquellos que han trabajado toda una vida (y en ocasiones también dependen otros a los que todavía tienen la osadía de vivir a costa de ellos). Un beso, me voy con un sentimiento extraño...
ResponderEliminarAsí recuerdo yo a la anciana que llevaba un carrito con golosinas a la puerta del colegio. Una peseta diez conguitos...
ResponderEliminarBeso y cafelito.
Es triste tu relato, pero es así. No lo digo porque la mujer tenga ya determinada edad, sino porque a esa edad no debería andar en la calle vendiendo para sobrevivir. ¡Que sociedad la que nos ha tocado vivir!
ResponderEliminarBss.
Mientras te leía, has traido a mi memoria el asesinato de Juana, quiosquera de 87 años muy querida por varias generaciones que se acercaron a su puestecillo en busca de chucherias. Después, he visto el comentario de Tracy refiriendo el mismo hecho.En otros tiempos era una estanmpa frecuente la de esos ancianos ganándose la vida vendiendo menudencias. Aunque no desaparecieron nunca del todo, puede que su presencia vuelva a ser habitual.
ResponderEliminarUn abrazo.
Un homenaje Nieves a estos ancianos que habitan dimasiados rincones de nuestras ciudades. Es realmente una pena que a esas edades, aún tengan que seguir en sus puestos para poder vivir.
ResponderEliminarUn abrazo.
Me ha conmovido, mucho!!!
ResponderEliminarToda una vida, toda una vida vaya a saber uno de cuantas cosas, Y todavía mientras haya vida, "tiene que seguir".
Has hecho un hermoso homenaje.
Un abrazo.
Un relato conmovedor y que me hizo reflexionar sobre lo terrible que ha de ser sentirse solo a cierta edad.
ResponderEliminarUn saludo.
La soledad y la falta de sostén en la gente mayor es algo que vemos mucho. Gente mayor haciendo trabajos que ya no deberían, en lugar de tener su merecido descanso tienen que pasar esas penurias.
ResponderEliminarSiento tu relato como un homenaje y una toma de conciencia hacia toda esa respetable gente que sigue luchando hasta al final por su vida.
Un abrazo.
coquinas: esa cosa que el gus hizo mil veces mil en su primer trabajo de evrdad, es decir, en el primer restaurante andaluz y de madrid en el que trabajó...ay, qué buenas estabannnn, demoniosss...
ResponderEliminarme ha llevado tu texto a la última vez que salí de casa: estaba en las barsas, fue la semana del encuentro en valencia...y esperando a marcita y a irlanda, alias anita, en la estación de bus...joderse con los viejos pedigüeños...nunca he sabido cómo demonios reaccionar ante ellos...por lo general, suelo huir: bien mirando para otro lado, bien yéndome de sus cercanías...me supero...
en cuanto al texto en sí, ya te he dicho que últimamente andas mejorando tus escritos. me ratifico en ello.
medio beso.
El mundo moderno debería haber podido transformar los años de ancianidad de todo aquel que haya trabajado a lo largo de toda una vida. Deberían poder tener todos al menos un retiro asegurado, por mínimo que sea,un ingreso seguro que la sociedad les garantice como mínimo sustento para no tener que seguir empujando un carrito después de viejo para poder sobrevivir. cuánta deuda pendiente tenemos a cuesta!
ResponderEliminarUn abrazo
Pues sí, que duro y triste tiene que ser verse a esas alturas de la película en esas condiciones.
ResponderEliminarLo has contado muy, muy bien.
Muchos besos!!
Que bien has conducido la narración. Un tema, una situación, un personaje que con diferente nombre todos conocemos, han quedado grabados en la lectura con toda la atención posible.
ResponderEliminarLa Pepa, La Lola, La Blanquita, El Gitano... y más que vendrán. Quién no nos dice si algún día alguno de nosotros...
Besos
Creo que todos tenemos en mente personajes de este tipo que han poblado nuestra infancia, juventud y adultez. Que han servido de conversacion en muchas ocasiones y que nos han enseñado con sus charlas. Me gustó mucho.
ResponderEliminarUn beso
Sacas a la luz algo que la sociedad suele esconder con muchos nombres pero que realmente conforman los desheredados de la propia sociedad.
ResponderEliminarUn beso.
P.D.: Precioso gráfico el de cabecera
Si, carecen de todo, pero tienen algo que a muchos jóvenes lamentablemente les falta: fortaleza y un poco de apego por vivir. No es poca cosa, de verdad que no!
ResponderEliminarUn relato impecable. Cada descripción se dibuja en nuestra retina con todos sus matices.
besos, amiga Nieves.
Que entrada tan más emotiva, me ha encantado y ayuda a concientizar, me encantaría nos siguiéramos que dices?
ResponderEliminarSaludos.