En aquella desierta estación jugaba con su saltador, nada atendía aquella situación. El cartel que movía el viento, rechinaba a los oídos de quien pasaba, la maleza crecía alrededor de aquella plataforma, el abandono había hecho su trabajo...En el silencio autoimpuesto en aquella situación se escuchaba el eco de aquella voz infantil...entre vibraciones saltarinas -Un, dos, tres...- era demasiado alborozo para el abandono de aquel lugar, parecía inquietar el espacio, aquel ambiente necesitaba su tempo, de fondo el sonido de la locomotora anunciando su llegada. Ella para, mira a su alrededor alertada por aquellos nuevos sonidos, aquel pitido era inusual, abre sus ojos, en su retina el miedo a lo desconocido. Despacio se acerca al borde del anden, dejando sus pequeños pies disfrazados de charol casi al borde de aquel enredo de maleza. Dirige su mirada a la izquierda y allí fuerte, erguida, con el peso de sus materiales y una estela humeante gris, llega poderosa y desafiante la antigua locomotora arrasando el espacio en su pasar.
Su brillante y larga melena al vuelo moviéndose al compás de su liviano traje, sus ojos se cierran al sentir la carbonilla entrar en ellos, obligándola a dar unos pasos atrás... durante unos minutos el ruido estridente de los viejas rodaduras rechinaron en sus oídos. Cuando pasó el tren, tan solo quedó el olor a carbón quemado, el eco del silbido anunciando su marcha y ella ubicada, fantasmagoricamente en el centro de su propio sueño...
Nadie la cree, nunca más fue a aquella vieja estación. En ella navega aquel recuerdo, el del poder de aquella locomotora que pasó por la vieja estación y sutilmente la borró del espacio, porque no pertenecía al encuadre del tiempo en aquella vieja fotografía...
Matices
Estaciones de tren, Hospitales, Internados, sitios que una vez inmersos en el abandono toman una personalidad especial.
ResponderEliminarNos situas en el centro de esa estación de forma que casi vemos resoplar a esa fantasmagórica locomotora pasando a toda velocidad.
Si tantas veces sentimos que somos ajenos al mundo que nos rodea, ¿por qué extrañarse de que eso llegue a suceder realmente en los sueños? Si tantas veces la vida parece una ensoñación, ¿por qué no aceptar que realmente pueda llegar a serlo?
ResponderEliminarSu matiz de hoy, amiga, rescata el sabor a esa extraña irrealidad, entre dulce y temerosa, que tanto nos persigue en la soledad más absorta.
Un admirado abrazo.
¿Sabes? me ha parecido tan hermoso que lo he leído dos veces. Me trasladaste a la vieja estación, sentí el ruido de la locomotora, el olor a carbón quemado, y me quedé ensimismada al final del relato. Tuve que leerlo de nuevo para poder digerir toda la magia que sale de tus dedos. Matices eres especial, tienes un don, no dejes de cultivarlo.
ResponderEliminarBesitos llenos de admiración.
preciso, profundo , directo al corazón, a nuestros recuerdos de niñez
ResponderEliminara esas viejas locomotoras que llenaban de ilusión nnuestros sueños
un beso
Matices hasta el crujir de esa tablas secas se ha podido escuchar.
ResponderEliminarPrecioso relato.
Un beso.
Las viejas estaciones de trenes suelen inspirar y tristes historias de melancolías y desencuentros. Creo que no hay mejor marco para románticas situaciones de recuerdos y despechos, y también, por lo que veo, son óptimas para que la fantasía y el misterio aniden en nuestras mentes! jejeje
ResponderEliminarBuen relato!
Un abrazo.
P.d
me encantó la nueva imagen dela cabecera!